dimecres, 30 de maig del 2012

LA VUELTA AL MUNDO


Me hicieron una propuesta y acepté sin pensármelo dos veces. Más que una propuesta era un reto. Decidí llamarlo el reto de mi vida. Me lo pintaban como si fuera un juego sencillo, fácil de superar. Os estaréis preguntando de que reto os hablo y.... bien, me propusieron hacer la vuelta al mundo. A simple vista carece de dificultad, coges un avión y te desplazas hacia dónde quieres ir y todo listo, verdad? En el momento en que decidí aceptar la propuesta se me indico la única norma que tenía que cumplir para poder realizarla, es decir, para realizarla válidamente.  Esta directriz debía tenerla presente durante todo el viaje: tienes que actuar como si fueras una persona que está viviendo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Si no cumples está norma, solo cumplirás con parte de la propuesta, allá tú. Estas fueron las únicas palabras que recordaba con claridad y que aún recuerdo... ¡Ah Bueno! Me dejaba el punto  más importante y que todavía recuerdo, si te saltas esta norma, no tendrás derecho al suculento premio. Una cantidad de dinero que ni yo mismo me podía imaginar de la de cifras que contenía ese número. Pero bueno, dejando como empezó todo un poco de lado pasaré a contaros como fue mi experiencia…
Salí a las 7:00 am desde el puerto de Barcelona con rumbo hacia Cádiz. Tardé un día en llegar. Me desplacé con un ligero bergantín que no me dio ningún tipo de problema para hacer el recorrido que tenía planeado. El mar estaba muy calmado, parecía que ese día estaba de mi parte. Llegué a Cádiz sobre las 7:00 am del día siguiente. Antes de marchar quise hacerle unas cuantas fotos al bergantín que me había desplazado de un lado al otro. Era de madera, color marrón. Sus velas eran grandes y blancas. Parecía que hubiera veinte sabanas enormes cayendo desde lo más alto de los mástiles. Una vez realizadas mis fotografías, que pertenecerían algún día a mis recuerdos, decidí continuar con mi trayecto. A las 11 am del mismo día salía el primer vapor con destino Nueva York. Recuerdo que antes de subir un anciano me contó que  El Turbinia, el barco en el que me tocaba viajar, fue el primer barco propulsado por turbinas de vapor. Alcanzaba los 35 nudos.
Empecé a cargar todo mi equipaje en el barco, procurando no dejarme nada. Pasó una medio hora y sonó un fuerte ruido que avisaba de que el barco se ponía en marcha en pocos minutos. Al cabo de un rato sonó otro y después otro que fue el definitivo para avisar de que el barco zarpaba. Sus grandes chimeneas empezaron a humear. Me informaron de que si todo iba bien tardaría 4 días en llegar a Nueva York. Era un barco muy grande, con cientos de camarotes  y compartimentos. Mi camarote era el número 05. Me pasaba ahí la gran parte del tiempo observando recorridos que tenía que realizar y me planteaba como iría de un lado hacia otro. Siempre iba de la cafetería al comedor y del comedor a la habitación. Conocí a bastante gente en estos cuatro días, incluso aprendí un poco de inglés y me lleve una colección de gratos momentos. Se me pasaron bastante rápido estos días de estancia en el barco. Observando mapas, haciendo cuentas y calculando distancias al final me decidí por Los Ángeles. El barco atraco en los muelles de Nueva York. Estaba listo para bajar de él. Recogí todo mi equipaje y me desplace hacia el puesto aduanero. Revisaron mi pasaporte y así logre entrar en el país.
 Era un jueves por la mañana y tenía todo el día para preparar el día siguiente. Hice todos los preparativos en menos tiempo del que yo tenía previsto así que me quedo el tiempo suficiente como para observar algún sitio emblemático de esa ciudad. Emplee el inglés que aprendí durante los cuatro días en el barco aunque costaba hacerme entender. Me enorgullece pensar que los habitantes de Nueva York entendieran los mensajes que les quería transmitir.
A las 8:00 pm me dirigí hacia la estación de tren. Había reservado un confortable camerino para ir hacia Los Ángeles. Cuando llegue a la estación me quedé observando fijamente el ferrocarril en el que me trasladaría durante 7 días. La locomotora arrastraba ocho vagones y emitía un ruido ensordecedor. A cada rugido escupía una humareda negra como el mismo carbón que utilizaba. Era hora de ir subiendo hacia esa gran máquina y de ir colocando el equipaje en mi estancia. Mi camerino era el número 23 que compartía, sin saberlo, con una chica. Era alta, morena y delgada. Tenía los ojos azules y el pelo castaño, cosa que hacía que le resaltaran los ojos a la luz del día. Era una chica bastante callada y vi algo en ella que me llamaba muchísimo la atención. Ya llevaba 4 días en el ferrocarril y jamás habíamos intercambiado ningún tipo de palabra, ni siquiera un hola ni un adiós. Hasta que decidí hablarle. Me presenté. Recuerdo que me giré hacia ella y le dije:
 -Hola. Me llamo Bian. Encantado de conocerte.
Sus ojos me miraban fijamente y después de unos minutos me dirigió por fin la palabra.
-Me llamo Blair. Blair Waldorf. Encantada de conocerte.
Después de esas mínimas palabras que compartimos no me dijo nada hasta que llegamos a nuestro destino, Los Ángeles. Coincidimos a la hora de recoger nuestro equipaje y cruzamos unas cuantas palabras pero sin ninguna importancia. Me despedí de ella con un beso en la mano, me sentí como un caballero. Bajé del convoy y la verdad es que no sabía muy bien hacia dónde dirigirme. Había una multitud de gente. Lo noté todo muy distinto respeto mi ciudad natal, Barcelona. Lo primero que hice cuando salí del ferrocarril fue buscar la casa de unos amigos con los que pasaría la noche antes de irme hacia Tokio, mi próxima parada. Después de unas dos horas andando por innumerables calles distintas, encontré la casa donde me hospedaría esa noche. No era una casa muy grande, la verdad, pero estaba decorada con colores muy vistosos y tenía unas enormes enredaderas junto a una puerta de hierro que había antes de acceder al jardín. La puerta estaba entre-abierta y pase sin hacer ningún tipo de ruido. Me encamine hacia la puerta de la entrada de la casa dónde pasaría la noche y di unos cuantos toques con mis nudillos en ese pórtico de madera. Pocos segundos más tarde me abrió una señora alta y ya anciana, pronunciando estas palabras:
-Supongo que tú eres Bian, adelante muchacho, pasa y acomódate.
Era el momento de la cena y solo estábamos la anciana y yo en la mesa, pregunté por los demás y me comentó que habían ido de viaje y que no estarían durante unos días. En realidad, no era de mi incumbencia, yo tan solo pasaría una noche allí y al día siguiente zarparía hacia Tokio. Ya era tarde cuando acabé de cenar, fue una cena exquisita. Tacó tailandés, la verdad es que nunca lo había probado y era un plato que estaba para chuparse los dedos. La criada de la casa me indicó donde dormiría aquella noche. Era una habitación pequeña, con una cama y un escritorio. Me tumbé y me dormí en menos que canta un gallo, estaba cansadísimo del viaje y lo único que quería era descansar. Me levanté sobre las 10 am, desayuné huevos fritos y me tomé un café para despejarme. Me duché, me vestí, arreglé de nuevo mi equipaje y me trasladé hacia el puerto desde donde zarparía el barco que tenía que coger. De la casa al barco fui en una carreta tirada por dos caballos. El puerto estaba al lado del domicilio en el que había pasado la noche, tardé una media hora en llegar aproximadamente y en 1 hora salía el paquebote que me llevaría hacia Tokio. Saqué mi cámara y me dedique a hacer un par de fotos a los veleros que había cerca de dónde yo zarparía. Entre pitos y flautas llegó la hora de embarcar.  El barco que me trasladaría hacia Tokio se llamaba Colón. Era un barco muy largo y muy ancho, que llevaba cientos de personas a bordo. Permanecería en él durante 14 días. Fueron los catorce días más rápidos de mi vida. La gente que iba en aquel barco era bastante desconfiada y no hablaban con nadie que no conocieran desde antes, así que de aquél trayecto no me llevé ningún amigo, ni ningún rostro por recordar. Llegué a Tokio y no tuve tiempo de hacer nada más que bajar mi equipaje, ya que, aquél mismo día, cinco horas más tarde de desembarcar salía mi próximo barco rumbo Lang Suan, una pequeña ciudad de Tailandia. Estuve once días en el barco con dirección Lang Suan (Tailandia). Tenía muchísimas ganas de llegar a mi destino. Durante el trayecto el tiempo fue desapacible y se me hizo  muy pesado. Lo único que quería en esos instantes era descansar de aquella travesía tan cansina. En el puerto me recogieron unos familiares que tenía en esa pequeña ciudad de Tailandia. Fuimos a visitar un poco la ciudad, aunque no era gran cosa. Durante el camino me hicieron un interrogatorio sobre mi viaje, que no me quedo más remedio que contestar. Ese día, seis horas después de bajar del barco y desde esa misma ciudad, salía el Breitling Orbiter, un globo aerostático que me llevaría hacia Ranong, otra pequeña ciudad de Tailandia dónde allí podría coger un barco hacía Madras (India). Llegué al lugar desde donde salía el globo que me trasladaría hacia Ranong, me impresioné al verlo. Jamás había tenido un globo aerostático tan cerca. Era un globo con un decorado tailandés. La cesta en la que yo tenía que permanecer de pié durante cuatro horas no era muy grande y además era muy estrecha.  Subió conmigo una persona tailandesa experta en conducir  aquellos artefactos, ya que no podía ir solo. Me dio tema de conversación en inglés, y logramos entendernos a pesar de mí pésimo idioma. Se me hicieron cuatro horas bastante entretenidas. Por fin llegué a mi destino. Tenía las piernas agotadas de estar de pié durante todo el itinerario. Aterrice en un pequeño descampado de Ranong, me despedí de mi acompañante y di las gracias por trasladarme de una ciudad a la otra. Pedí que me indicaran dos o tres veces alguna pensión donde poder pasar la noche. Necesitaba descansar, estaba hecho migas después de aquel largo día. Encontré una pensión a unos 15 minutos del puerto, era ideal para mí, ya que al día siguiente me dirigiría hacia el puerto para coger un barco rumbo Madras (India). Entré en aquella posada. Me indicaron donde estaba mi habitación y fui hacia ella. Era una pensión de mala muerte. La cama hacia ruido, el colchón era muy duro y las paredes estaban llenas de telarañas. No sabía dónde me había metido, pero después de aquél viaje tan solo quería dormir, así que, todo lo demás estaba de más. Me puse la alarma a las 9 am. La noche se me había hecho corta, tenía mucho sueño acompulado, y sin darme cuenta llego la hora de levantarme. Recogí todo lo que había sacado para dormir y todo lo que había necesitado para arreglarme. Salí de mi habitación y pagué mi estancia durante aquella noche. Empecé andar rumbo hacia el puerto. Cuando llegué, busque el barco que me trasladaría hacía la India. Lo reconocí por su nombre. Estaba escrito en cursiva y en letra ligada a un lateral del barco; El Clermont.  Había subido a tantos barcos durante aquellos días que ya no me sorprendían, los veía todos iguales. Grandes, amplios y con unas chimeneas enormes las cuales sacaban un humo negro.  El barco zarpaba a las 11 am. Tendría que permanecer en él durante dos días. Llegó la hora de zarpar, subí mi equipaje conmigo y me acomodé en mi camerino. A unas dos horas de trayecto empezó a caer una gran tempestad. Por primera vez, tuve que reconocer que tenía el miedo y que solo quería dormirme para no darme cuenta de nada de lo que sucedia  fuera, pero no podía. Salí a dar una vuelta por El Clermont y me cruce con una mirada que ya había visto antes. Me resultaba una mirada conocida y pura. Y fue en ese momento que recordé a Blair, la chica que compartió camerino conmigo en uno de mis viajes anteriores. Me acerque despacio hacia ella y la observe fijamente. Compartimos un par de miradas más, pero ninguno de los dos intercambió ninguna palabra. Llegó la hora de comer, me cruce con ella un par de veces, pero nada de nada. Jamás había creído en los amores a primera vista hasta ese preciso instante. Comí rápido y me encerré en mi camerino. Saqué los mapas y me puse a calcular distancias y rumbos. Tenía que saber hacia dónde iría esta vez. Decidí que cuando llegará al puerto de Madras (India) cogería una carreta y me iría hacia Mangalore, el puerto principal del estado de Karnataka, India. Eran las cinco de la tarde y empecé a tener hambre, fui hacia la cafetería y volví a cruzarme con esa mirada que me tenía enamorado. Esta vez ya no podía aguantar más y me dirigí hacia ella:      
 –Disculpe, ¿es usted Blair Waldorf?
La chica asintió con la cabeza y me respondió con otra pregunta:
-¿Es usted Bian?
Asentí con la cabeza y empezamos a hablar sobre nuestra coincidencia. Me contó que ella también estaba dando la vuelta al mundo pero que lo suyo era voluntariamente. Me sorprendí al ver que compartíamos un mismo reto. Le propuse acabar la vuelta al mundo conmigo y debajo de una sonrisa pronunció un sí. Durante unos instantes fue el mejor día de mi vida. Nos despedimos una sonrisa, cada uno se dirigió hacia su camerino. Ya eran las 20:00 de la noche y  yo no tenía hambre, así que me estiré en la cama y me quedé pensando en esa chica. Horas más tardes logré dormirme. Recuerdo que aquella noche soñé con ella. Me levanté a las 11 am y fui a desayunar. Ya era mi segundo día en el barco y esa noche tenía que desembarcar. Desayuné, recogí todas mis pertenencias del camerino y fui al camerino de Blair. Piqué a su puerta y me abrió al cabo de unos segundos, le dije si estaba lista para ir hacer la vuelta al mundo conmigo y pronuncio un SI entusiasmado. Paso el día rápido y a las 9 pm llegó el barco a los muelles de Madras. Descargamos nuestro equipaje y nos dirigimos hacia un carruaje con dos caballos que había al lado del puerto. Subí con Blair. Pensé que estábamos cometiendo la mayor locura de nuestras vidas, ya que tampoco nos conocíamos mucho pero dicen que las mejores personas están locas así que hice caso del dicho. Subimos a la carreta. La tiraban dos caballos de color marrón. Uno de ellos tenía dos manchas blancas. Los caballos eran árabes y estaban acostumbrados al calor sofocante del desierto y a la falta de agua. Tenían que resistir dos días con tan solo unas horas de descanso para atravesar los 630 km que separaban Madras de Mangalore. Descansamos unas horas y nos dirigimos otra vez hacia nuestro rumbo. Blair tuvo tema de conversación durante todo el viaje. Cada vez que me hablaba de ella me sorprendía más. Pensé que estaba enamorándome y eso era, había surgido el amor al menos por mi parte. El señor que conducía la carreta nos dirigió la palabra muy pocas veces durante el trayecto, parecía callado. Su rostro se mostraba algo cansado y pálido. El Puerto de Mangalore era un puerto grande con numerosos barcos. El barco que nos trasladaría a Blair y a mí hacia Djibouti se llamaba Pyroscaphe. Sus dimensiones eran muy grandes, tenía dos chimeneas enormes y sacaban una humareda negra como el carbón. Mi estancia en este barco fue de diezyseis días, compartí camerino con Blair. A la segunda noche incluso compartimos cama. Los detalles los contaré otro día. Quedaba un día para llegar a Djabouti. Me levanté y lo primero que vi fue unos ojos brillantes que no separaban la mirada de mi rostro. Salté de la cama, le di un beso en la frente a mi princesa y me vestí para ir a desayunar. Esperé que se vistiera y fuimos juntos a desayunar. El desayuno estaba exquisito y ella estaba guapísima, igual que el primer día. Durante el desayuno comentamos nuestro intercambio de palabras del primer día y nos reíamos sin saber muy bien porque. Jamás había estado tan a gusto. Terminamos y fuimos hacia la habitación. Teníamos que decidir cuál sería el siguiente trayecto que haríamos. Ya quedaba menos para llegar a nuestra ciudad de origen (Barcelona). Mirando mapas y mapas y haciendo rutas decidimos que de Djibouti cogeríamos un barco hacía Port Said donde pasaríamos por Suez. El día se nos pasó rápido. Eran las 22:00 y teníamos que desembarcar, cogimos todo nuestro equipaje y bajamos del Pyroscaphe. Aquella noche dormiríamos poco. A las 2:00 de la madrugada salía un barco rumbo Porto Said en el que permaneceríamos cuatro días. Ya quedaba menos para cumplir el reto  que me habían propuesto. Cenamos en un restaurante que había al lado del Puerto de Djabouti. Por suerte Blair conocía un poco el idioma de ese lugar y pudimos pedir el menú sin ningún tipo de inconveniente. Había probado miles de comidas diferentes durante todo este tiempo y la verdad todas me habían gustado muchísimo. Empezamos a cenar sobre las 00:00 y sin darnos cuenta se nos hizo la hora de irnos rumbo Puerto Said.  Era el penúltimo barco que cogeríamos. Tenía ganas de llegar a Barcelona y ver a mi familia. Pedimos la cuenta y nos fuimos del restaurante. Tardamos unos 10 minutos en llegar al Puerto. Esta vez no sabíamos el nombre del barco con el que nos íbamos pero tenía un gran cartel donde ponía PORT SAID. Nos dirigimos hacia él. Había muchas personas subiendo a bordo del barco. Blair y yo fuimos de los últimos en subir. Después de los tres timbres que sonaron del barco, por fin embarcamos. No dejaba de pensar en que pasaría cuando Blair y yo llegáramos a Barcelona. ¿Nos separaríamos? ¿Seguiríamos juntos? Estas dos preguntas invadían mi cabeza la mayor parte del tiempo. Tan solo llegar al barco nos encaminamos hacia el camerino que nos correspondía. Que coincidencia volvíamos a estar en el número 23.  Blair me comentó que era su número favorito, pero no me contó el porqué. Solo dijo que creía que era un número mágico y que siempre que había un 23 significaba que algo bueno pasaría. Las dos preguntas que me hacía se desvanecieron de mi cabeza y tan solo la ocupaba Blair. Dormimos juntos. Entre besos y abrazos me quedé dormido.
Faltaban horas para llegar a Puerto Said. Aquellos días habían pasado bastante rápidos, excepto cuando pasamos por Suez. Aquel pequeño trayecto se me hizo largo y pesado. No nos habíamos dado ni cuenta que ya habíamos llegado a Puerto Said. Puerto Said era una ciudad Egipcia. Allí pasaríamos la noche hasta embarcar la mañana siguiente rumbo Barcelona. No me lo podía creer. Buscamos un hostal que quedara cerca del Puerto para poder salir temprano la mañana siguiente. A una hora del Puerto de la ciudad había un hostal. Aquella noche nos instalamos allí. Blair y yo compartíamos cama. La habitación era pequeña y solo tenía una mesita de noche.  La cama era bastante cómoda, para pasar una noche no estaba nada mal. Nos levantamos a las 6 am, recogimos todas nuestras pertenencias de ese sitio, pagamos, y nos marchamos hacia el puerto. Fuimos andando y tardamos una hora en llegar aproximadamente. El barco que nos llevaría hacia nuestro destino final se llamaba 23. Así tal y como está escrito. Recordé cuando Blair me dijo que siempre que apareciera un 23 significaba que lo malo en algo bueno se convertiría. Y tenía razón. El barco con el que nos íbamos de vuelta a casa tenía un 23.  Zarpamos a las 9 am. Estuvimos durante dos días en el barco. Lo observaba todo al máximo. Miré todas las fotos que había realizado en aquella aventura. Recordé todo lo que había aprendido en aquel viaje, todas las nuevas palabras que había empleado y que ni yo mismo sabía que algún día pronunciaría… Recordé, como, cuando y donde había conocido a la mujer de mi vida. Ya habían pasado los dos días. Blair i yo habíamos pasado los mejores dos días desde que estábamos juntos. Hicimos cosas inexplicables e inolvidables durante esos días. No quería pensar que pasaría cuando llegáramos a Barcelona. Pero llego la hora de desembarcar. Por fin había llegado a mi ciudad, a mi tierra, con mi gente… Allí me esperaba toda mi familia, mis amigos y mi premio.
Riiiiiiing!!!! Ring!!! Riiiiiiiing!!!!!!
De pronto sonó un ruido que odiaba.  Era el despertador. Allí estaba mi madre. Bian despiértate, dúchate y arréglate, tienes que ir al colegio. Rápido que haremos tarde. Aún no sabía si lo que había sucedido era verdad o mentira, parecía todo tan real. ¿Y Blair, que había sucedido con Blair? Quería volver a dormirme y reprender ese sueño, al menos durante unos instantes es lo que más deseaba, soñar. 


Barcelona – Cádiz -> vergantín /1 dia-> 2.000 KM
Cádiz - New York -> barco vapor Turbinia/ 4 dias-> 6.200 KM
New York - Los angles -> ferrocarril/ 7 dias-> 4.000 KM 
Los angeles – Tokio-> barco de vapor/ 14 días-> 6.400KM
Tokio – Lang Suang-> barco de vapor/ 11 días-> 5.800 KM
Lang Suand – Ranong -> globo/ 4 horas-> 60 KM
Ranong – Madras->barco de vapor/ 2 dias-> 2.100 KM
Madras – Mangalore-> carreto tirado por caballos/ 2 dias-> 630 KM
Managlore – Djibouti-> barco de vapor/ 16 dias-> 3.500 KM
Djabuti – Suez ->Port Said barco de vapor/ 4 dias-> 5.100 KM
Port sait – Barcelona-> barco de vapor/2 dias-> 3100 KM

63 dias y 4 horas

0. BARCELONA
1. CÁDIZ
2. NEW YORK
3. LOS ÁNGELES
4. TOKIO
5. LANG GUAN
6. RANONG
7. MADRAS
8. MANGALORE
09. DJBOUTI
10. PORT SAID